miércoles, 30 de abril de 2008

Donde todo comenzó...

El transporte, una necesidad básica de la humanidad... El hombre siempre buscó la necesidad de transporte sin mayor esfuerzo físico... Domesticó al caballo y la mula, creó un carro que podía ser arrastrado, diseñó los caminos para fácilmente desplazarse de un lugar a otro... Luego vino el descubrimiento de los combustibles y con ellos la automatización de estos carros arrastrados... Alternativo estuvo la bicicleta, que con la fuerza motriz humana te desplazaba a casi cualquier lugar donde los de mayor tamaño no pudieran. Finalmente nació el automóvil, que en menos de 100 años modificó el ritmo que se mueve el mundo, acortando los tiempos de viaje de 3 días a tan solo 3 horas, cambiando los volúmenes de desplazamiento de la humanidad, las costumbres de vida, el medio ambiente y la percepción de la vida.

Desde pequeño mi percepción de la vida apuntaba a un solo objetivo, el constante movimiento y el transporte en uno de estos carruajes autónomos. Finalmente, luego de largos años devorando kilómetros a pie, en mi fiel bicicleta, en micros y buses, soportando a los choferes con su característica "amabilidad", y en otros medios de transporte alternativos, finalmente llegó la posibilidad de controlar mi desplazamiento...

Luego de mucho presupuestar mis ingresos contra los egresos que se generarían, cotizar diversas posibilidades de vehículos, y negociar tasas de interés muy convenientes, logré el equilibrio perfecto, entre un banco que presta, un automóvil conveniente y un asequible precio por el mismo. Así llegó el pequeño y famoso Suzuki All Terrain Alto, apodado como "Lauchón", la versión 1.1 del modelo Indú, en cooperación de la compañía japonesa. Luego de una visita inspectiva en una automotora en la salida sur de Santiago, con algo de desconfianza por el precio,
pero finalmente convencido por que el autito no tenía problemas de primera instancia, a pesar de buscar por todos lados la quinta pata al gato,hice en la misma automotriz un deposito en línea como pie para afirmar la compra. De no haber sido asi, el auto habría terminado en quien sabe que descuidadas manos, haciendo que triquiñuelas por ahí. Con esto, ya tenía enganchado el
auto a mi haber, lo que aseguraba que no lo venderían y me bastaba con acercarme con el valevista por su valor para tomar y llevármelo.

Ahora venía la otra parte de la compra, el volver con la cantidad a Santiago a buscar el auto...